miércoles, 30 de marzo de 2011

caracteristicas:

1. El diálogo sincero: el noviazgo es tiempo para hablarse. Este diálogo no significa sólo conversar, sino transmitir un mensaje al otro, que debe estar en actitud de escucha. Diálogo para cotejar ideales, problemas, intereses y proyectos futuros. Cada uno está obligado a mostrar el propio yo con sus virtudes y defectos; por tanto, debe ser un diálogo sincero y auténtico, sin esconder nada; la sinceridad es el terreno más seguro sobre el que los novios pueden afrontar legítimamente una reflexión sobre el amor y el matrimonio. La puesta en común de las intenciones constituye el primer patrimonio compartido, se presenta como la primera casa habitable y el lugar de la primera y sólida protección para los dos. Durante el noviazgo no debería haber secretos o argumentos prohibidos. Esta comunicación alimenta el vínculo entre los novios y facilita la maduración de la pareja misma. La falta de comunicación, en cambio, puede originar varios elementos negativos: carencias en la comprensión y en el entender al otro, en la confianza recíproca, en el entendimiento, en el mutuo escucharse, decepciones y malentendidos después de casarse. La comunicación no consiste en charlar, sino que comprende el intercambio sincero de experiencias de vida, gestos, silencios, promesas y sueños. Comunicación como posibilidad de aclarar las propias divergencias. Gracias a esta comunicación se logra superar el yo y el tú para participar del nosotros. Gracias al diálogo se debe llegar a un acuerdo sobre los argumentos personales (familia, trabajo, fe, salud, dinero, política). Gracias al diálogo, se supera la conflictividad que puede surgir. Ahora bien, tal comunicación debe ser gradual, es decir, puede ser contraproducente decirse todo de golpe; antes, hay que crear atmósfera de confianza, estima y afecto profundo y limpio, que ayude a aceptar incluso los aspectos más oscuros y problemáticos del otro.

2. Fidelidad a un compromiso definitivo: durante el noviazgo hay que educarse y prepararse para el compromiso definitivo con el matrimonio. El amor está ligado en forma indisoluble a la libertad, sigue sus vicisitudes, avances y retrocesos. No hay amor verdadero sin una libre decisión de amar. Por tanto, hablar sobre fidelidad es hablar sobre la libertad: puede elegir para "siempre" sólo quien es verdaderamente libre. La libertad no es un objeto que se recibe en herencia, sino una conquista progresiva, una maduración que no conoce pausas en ningún momento y que, a diferencia de la inconstancia y del capricho, crece realizando elecciones definitivas. Para que dos novios se adentren por el camino de la fidelidad tienen que vivir en la órbita del "nosotros", no en una relación de yuxtaposición (tú-yo). El nosotros crea una comunión, un darse recíproco, un comprenderse mutuamente, un saber reconstruir la relación, herida por un litigio o un mal entendido. Quien no sabe reconstruir no da garantías de fidelidad. La reconstrucción muchas veces toma la forma de perdón, esto es, de aceptación pronta y sin reservas. La opción por la fidelidad tiene su fundamento y su inquebrantable confianza en la fidelidad misma de Dios, que promete al hombre y a la mujer que se aman estar presente en la historia de su amor. La apuesta por la fidelidad conmueve y exalta el amor, abriéndole espacios nuevos en los cuales, con la ayuda de la gracia, el hombre puede avanzar a ir gustando la belleza del matrimonio.

3. Corrección amorosa: la corrección madura y amorosa nace del deseo de un amor mayor que una simple y pasiva aceptación del otro. La fidelidad, anteriormente explicada, es también disciplina y corrección. Pero un amor disciplinado no es un amor debilitado; al contrario, es un amor grande que no se resigna frente a los propios límites y a los del otro. Los conflictos y las correcciones mutuas, al ser iluminadas por el amor, se desarman por sí solos cuando no son reales; y en cambio se convierten en ocasión de crecimiento cuando se inspiran en motivos válidos.

4. Dejar un lugar para Dios: para dos novios cristianos, amar significa reservar un lugar para Dios en su amor. Un lugar reconocido intensamente como centro de agradecimiento expreso. Dios como el guardián de la fidelidad que ahora comienza. Cada uno de los novios ama la fe del otro, sabe que es una riqueza incalculable, sabe que es un apoyo, sabe que es una condición para que el amor crezca hasta el sacrificio de sí mismos. Dos novios cristianos aprenden a rezar juntos.

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